
Desde donde estábamos sentados podíamos ver una alberca. Mike decía cuánto le gustaba el agua, pero que los tatuajes de su espalda lo limitaban a usar las piscinas en horarios que no fuesen familiares. Contó sobre cómo conoció a su única hija cuando ella era ya una menudita mujer de 24 años. Se encontraron y la muy resentida hija lo retó a los tequilas. Ella cayó primero, pero también él lo hizo. Permanecen entrañables desde entonces.
Espero estés bien, Mike. Y ya sabes: cuando quieras puedes darme el aguacate que tanto odias y que siempre le ponen a tus cocteles de camarón.