30 de julio de 2011

Tundras y Choferes

Conocí a Mike en un trabajo que consistía en viajar mucho. Él conducía. Era un estadounidense que llevaba el cabello en corte militar y barba de candado, blancas ambas cosas. Sosteniendo un grueso puro entre los dientes, me contaba sobre sus días como policía en Alaska y cómo allá la gente bebe demasiado y conduce entre montañas y cómo desarrolló técnicas para maniobrar a personas todavía más grandes que él, porque se las llegaba a encontrar.

Desde donde estábamos sentados podíamos ver una alberca. Mike decía cuánto le gustaba el agua, pero que los tatuajes de su espalda lo limitaban a usar las piscinas en horarios que no fuesen familiares. Contó sobre cómo conoció a su única hija cuando ella era ya una menudita mujer de 24 años. Se encontraron y la muy resentida hija lo retó a los tequilas. Ella cayó primero, pero también él lo hizo. Permanecen entrañables desde entonces.

Espero estés bien, Mike. Y ya sabes: cuando quieras puedes darme el aguacate que tanto odias y que siempre le ponen a tus cocteles de camarón.

6 comentarios:

Valencia Nájera dijo...

Esta entrada no va a tener muchos comentarios pero, ¡ah! Qué bonita.

Cabrón Insensible dijo...

Lo mejor de Guso siempre aquí, en su blog, los 140 caracteres qué.

Bestia buena dijo...

Chingón.

Michelle__Mouse dijo...

Me encanta, no se cómo describirlo pero la primera vez que lo leí me gusto y ahora como segunda vez, me encanta. Deberías escribir un libro de cuentos cortos :D.

Van dijo...

Gusto de lo que escribes.

Martín dijo...

Qué lindo relato, Gus.