27 de julio de 2011

Calles y Símbolos

El flujo de la vialidad se trunca. Insensibles a la desgracia de quien obstruye, los autos pasan junto al averiado y le reprochan —al menos mentalmente— la falta de conciencia social que representa irse a descomponer justo ahí. El averiado es un auto fabricado en los años ochenta. Si tuviéramos que describirlo a alguien más, diríamos que es rojo, pero en realidad no tiene mucho color. Adentro del auto, viendo pasar el tránsito y ya abnegados a los claxonazos, están una pareja humilde y sus tres hijos. O sobrinos. O vecinos. Quién sabe.

Me gusta ver esos averiados y esos destartalados y esos carcacheados por las grandes avenidas y pensar en cómo, forzosamente, algún día fueron un auto nuevo. Hace treinta o cuarenta años alguien emergió de una agencia de venta de autos con las manos puestas en el volante del Datsun que olía a pura nueveidad. Otro llegó a casa en marzo de 1984 y fue inmediatamente rodeado por los vecinos que venían a conocer el moderno y automáticamente clásico Grand Marquis modelo 84. Todos esos autos, en algún momento, fueron símbolo de ostentación y orgullo; los que sobreviven, son hoy símbolos de penuria y humillación.

5 comentarios:

Valencia Nájera dijo...

No me gustan los autos viejitos. No me gustan los autos.

Ozick dijo...

Pasa igual con las personas, lamentablemente.

Anónimo dijo...

Qué sensible que eres. Muy acertada y profunda tu reflexión. Hoy en día la gente está muy ensimismada e insensible, empezando por los niños.

Anónimo dijo...

A mi también me hizo pensar en las personas mayores. De igual forma los volteamos a ver de mala manera cuando van caminando frente a nosotros y no podemos pasarlos, sin pensar que alguna vez fueron "símbolo de ostentación y orgullo", que en algún momento, hace muchos años, tal vez las personas se paraban a verlos pensando "que buen trasero tiene ella" o "ese sí que es un hombre".
Todo por servir se acaba.

Solera dijo...

me encanta esta entrada, saludos