
Son precisamente esos colofones otra de las principales características por las que juzgo a un libro. Una cubierta bien lograda que se acompaña de un colofón que dice “Para su composición tipográfica se emplearon las familias Bell Centennial y Steelfish de 11:14, 37:37 y 30:30 sobre papel Cultural” será seguramente adquirido por mí. Incluso, con un colofón de “Se utilizaron tipos Poppl-Pontifex BE de 10:16, 9:16 y 8:10 puntos” podría hasta tolerar una solapa deficiente.
A quienes jamás volteo para no verles las contracubiertas es a los libros que tengo en inglés, generalmente estadounidenses. Qué insulto que lo quieran convencer a uno de leer dándole la opinión del L.A. Weekly o, peor aún, jurando que la obra en cuestión es un bestseller. Y claro, jamás abriría un libro que autoproclama en su cubierta cuántas de cinco estrellitas le dio el New York Times, sin importar quién lo haya escrito.