
Perdiendo el tiempo frente al televisor, vi un
reality acerca de unos salones de bronceado. La cámara vigilaba con vehemencia a los empleados de la cadena, al parecer compuesta por casi una decena de locales en algún lugar de California, y a sus dueños. No había concurso ni jueces ni premio: simplemente era seguir sus vidas.
A partir de ahí, tuve algunas ideas para unos cuantos
reality, unos a manera de concurso, otros como simple estudio de la realidad ajena. Por ejemplo, podríamos tener un equipo de producción siguiendo a una adolescente empleada en algún centro comercial. Sería interesantísimo ver como se estresa cuando el dueño visita sorpresivamente la tienda, conocer sus criterios e ideas para catalogar y acomodar las prendas que vende, observarla teclear mensajes de texto en su celular y sufriríamos las vicisitudes que conlleva elegir su comida todos los días de entre los mismos 12 locales de alimentos; todo esto mientras esperamos el desenlace de su posible romance con el chico que atiende la tienda de mascotas. Sería también un éxito televisivo un concurso donde cualquier hijo de vecino se ganara, a punta de talento, el puesto como el nuevo vocalista de Jaguares, esperando que al fin la banda mexicana tenga un líder que parezca estar vivo. Por último, sería incontenible el entusiasmo despertado por un
reality donde conociéramos a los personajes que escriben los blogs que leemos. Menos a
Kabeza: a ese ya lo conozco y es medio aburrido.