29 de noviembre de 2007

Niñas y Autos

Nos detuvimos en el semáforo de Bulevar Ortiz Mena y Calle 24. Una niña tarahumara se colocó junto al auto y estiró su mano, palma arriba. Sin realmente voltear a verla, hice un ademán de "no" con la cabeza. Mi hija de dos años la siguió con la vista y me preguntó "oye, ¿quién es?". Sentí vergüenza.

¿En qué momento aprendemos que los niños que piden dinero en las esquinas deben ser ignorados? ¿Cuándo es que dejamos de verlos como personas con nombre e historia? ¿A partir de qué día decidimos que es más cómodo pretender que no existen? Obviamente, en algún momento entre los 2 y los 29 años de edad.

No puedo creer que haya escrito esto de este modo. Dispensen mi falta de sarcasmo.

4 comentarios:

Shellwyz dijo...

No cabe duda: la paternidad acaba ablandando al más corrioso.

Andrés Lajous dijo...

Me es inevitable. Yo hacía lo mismo como hasta los 22 años. Un día me di cuenta que preferimos hacer como que la gente que pide dinero no existe. O que si pide dinero, su existencia es un desperdicio. Como no me gusta la idea, entonces le doy dinero absolutamente a todas las personas que me lo piden. No por una moralina de buen samaritano. Simple y llanamente porque me lo piden.

Guso dijo...

Hola, Andrés. Te estoy enviando por correo mi número de cuenta en Santander Serfín. ¿Me das dinero?

Andrés Lajous dijo...

ok