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Pasaron las semanas y cada vez más seguido mi hija regresaba de la escuela con el abrigo en los brazos hasta que, una mañana, ya no fue necesario que se cubriera con él. “¿Y mi dinero, papá?”, dijo antes de salir de la casa. Tomó la moneda que le di y bajó la cabeza, pasando la mirada por su suéter, por la falda de tablones y por las mallas azul marino: ninguna de las prendas tenía bolsillos.
De pronto abrió muchos los ojos y levantó un pie; se sacó un zapato, echó la moneda adentro, se lo volvió a calzar y se subió a su asiento del auto.
3 comentarios:
Estos niños de hoy ya nacen entrenados para holocaustos zombies.
¿Tú mismo haces las ilustraciones para tus publicaciones?
No, pero yo mismo las googleo y a veces duro más haciendo eso que escribiendo las entradas.
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