Dejé mi programa de radio. Duré siete años y medio haciéndolo.
En el verano de 1999 caminaba cerca de mi casa y me encontré a dos amigos que me preguntaron ¿Ya escuchaste el nuevo de Blur? y les dije No, no me ha llegado y me dijeron Vente, vamos a mi casa y lo ponemos. Y nos sentamos en la sala de la casa de sus papás a escuchar el disco compacto e intercambiar comentarios entre canciones o durante los breves pasajes ambientales que enlazan algunas de las canciones del 13.
Cuando comencé con mi programa de radio me imaginé emular esa experiencia: escuchar música juntos y compartir nuestros pensamientos alrededor de ella. El ejercicio duró, como dije, siete años y medio. Si bien fui yo quien decidió terminarlo, ahora siento algunos huecos que no vi venir. Pienso mucho en cómo evitar convertirme en uno de esos adultos nostálgicos e intento involucrarme en las propuestas musicales actuales; hacer radio me mantenía actualizado en ese tema. El programa también me ayudaba a ser un oyente activo de música, es decir, a no tenerla sonando de fondo, sino realmente darle oídos y conciencia.
Como con todas las rutinas que uno deja, poco a poco iré apagando esa constante pesquisa por canciones para poner en la radio. También poco a poco iré dejando de practicar diálogos con los cuales compartir mis piensos.
Me gustó mucho hacer este programa.