Cada vez que quiero ver televisión me debato primero entre cuál plataforma abrir. Comienzo luego con el mortificante recorrido entre los miles de títulos. A veces –y seguro no me pasa sólo a mí– se me va casi una hora recorriendo el menú y al final ya no veo nada. Acá es nada más prenderle y echarse a ver.
Hasta la experiencia de los anuncios es diferente, porque al no ser una transmisión para mí, por un rato no veo los mismos tres anuncios de pantalones y cursos que me muestran todo el día en todos lados. Además, los anuncios esperan paciente y educadamente su turno de aparecer y no interrumpen a la mitad de algo importante como pasa en YouTube.
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