Cuando yo era niño no había lasaña en Chihuahua. Me gustaba leer las tiras de Garfield —no sé dónde conseguía mi mamá esos libros porque tampoco había Sanborns— y ahí veía la lasaña, pero como eran dibujos sólo de trazos no sabía de qué color era. Pensaba que era verde.
En la Ciudad sólo había unas pizzas, Pizza del Rey, que eran bastante malas, pero yo no podía saber eso.
Fue hasta 1996, cuando me fui a estudiar a Estados Unidos, que conocí la lasaña. Me gustó mucho. Pero me gustó más haberla conocido. De todos modos, cuando pienso en aquellas tiras de Garfield, en mi cabeza la lasaña sigue siendo verde.