Hace unos meses decidí estar más consciente de mi entorno y de mis pensamientos y eliminé las aplicaciones de redes sociales de mi teléfono. Al levantar la cabeza, lo que más noté es cómo las personas se desconciertan de que alguien esté mirando. Perdón si esto termina pareciéndose a una de esas personas que luego de haber fumado durante años, se convierten en evangelizadores en contra del cigarro.
Me siento en la mesa del café viendo a mi alrededor y por las ventanas y noto cómo varias personas me revisan constantemente. Entro al salón y me coloco en mi lugar minutos antes de que empiece la clase y mis estudiantes se me quedan viendo como si estuviera hablando, incluso cuando les digo que faltan tres minutos todavía.
De pronto, como un reflejo, levanto mi teléfono y presiono donde solía estar el ícono del Twitter y abro un mapa y me siento tonto. Luego pienso en lo tontos que hemos estado todos.
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