
Aquel junio llegó el último día de clases de cuarto de primaria. Reunidos en el gimnasio, ensayábamos el festival de fin de cursos. De pronto, para sorpresa mía y algarabía de mis compañeros, mi madre entró al gimnasio con pastel y refresco. El ensayo fue interrumpido y todos disfrutamos de una rebanada de pastel. Era increíble ser el centro de la fiesta, ser el personaje al que todos querían acercarse, con quien todos querían platicar. La última pregunta que me hicieron fue cuántos años cumplía. Respondí que aún no, que faltaban más de dos semanas para la fecha. Todo cambió. Mi momento se convirtió en un fraude. Mis compañeros hicieron cara de querer escupir el pastel, de querer escupir todo el evento, todo el teatro que se había montado sin una justificación verdadera. Fue la última fiesta infantil que tuve.
2 comentarios:
Yo sugiero que el fin de semana te pongas una peda en la que desquites todas las fiestas que no tuviste.
Qué triste. Yo siempre había cumplido un día antes de iniciar el ciclo escolar (cuando bien me iba). Comprendo la situación :(
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