17 de abril de 2012

Mayúsculas y caligrafía

Como muchos otros de mi generación, pasé por aulas escolares que tenían al frente maestras que me enseñaron —muy erróneamente— que, sin importar qué palabra fuera, las letras mayúsculas no se tildaban. En quinto de primaria, al ser eximidos de dibujar las letras siguiendo moldes de palitos y circulitos, comencé a escribir con puras mayúsculas. Buscaba, por inverosímil que lo encuentren, evitar el uso de las tildes.

En la escuela secundaria desarrollé cierto gusto por las características distintivas de las cosas. Así, comencé a apreciar la tilde de mi segundo apellido: Pérez. Incluso deseé que mi nombre y primer apellido tuvieran tildes también. Pero no: solo el Pérez la llevaba y por años yo la había omitido.

Eventualmente me convertí en un entusiaste de la correcta escritura; pero una marca quedó tatuada para siempre en mi caligrafía, recordándome mi vergonzoso pasado: hasta hoy, cuando escribo a mano lo hago en mayúsculas, en una suerte de tipografía en versalitas. Aunque eso sí, procuro incluir todas las tildes donde van.

1 comentario:

let_i dijo...

A mi me pasó ago semejante, y es que a diferencia de mis compañeros de primaria, a quienes se les dificultaba escribir en cursiva, a mí me encantaba, y casi toda la primaria escribí así. Que hueva, no?