10 de marzo de 2012

Noches y gatos

Fumaba en el porche de mi casa, siendo espectador de las escenas que típicamente desde ahí atestiguo en las medianoches: novios que pelean en el auto, jovencitos que alardean en las camionetas que sus padres les prestan, vecinos que despiden visitas y pepenadores que recogen latas vacías. De pronto miau miau llegó un gatito. El animalito, cosa extraña para su especie, se acercó a mis pies. Estás perdido, tonto; le dije, pensando que su osadez se debía a que llevaba una vida doméstica.

Entré a casa y regresé con un plato de leche y se lo ofrecí (ahora sé que a los gatos no se les debe dar leche, pero en ese momento me guiaba por lo que vemos en las caricaturas). Con rápidos lenguazos la bebió en segundos. Tienes hambre, también; y volví a entrar para buscar una lata de atún. El arrojado gatito me siguió. Serví el atún junto a la leche y lo devoró. Regresé a casa para servir el resto de la lata de atún y, de salida, encontré al gatito acolchonando el sillón de la entrada. No, gatito, no te puedes meter a la casa; le dije, pasándole el atún cerca de la cara para que me siguiera.

Me distraje y, cuando reparé en lo que sucedía, el gatito ya no estaba. Hice bch bch bch para ver si regresaba, hasta que me di cuenta de lo tonto que me veía llamando a un gatito que no conocía. Terminé mi cerveza y entré a la casa. Apagué la luz de la sala y la de la cocina y miau miau el gatito estaba amodorrado en el sofá de la televisión.

4 comentarios:

Ricardo dijo...

Vas a tener que pensar en un nombre.

Kazo dijo...

Jajaja ... Gato listo.

Seymus dijo...

Así son los gatos, le das un atún y se agarran el sofá.

let_i dijo...

Es la onda ese gato, yo los amo. Todavía lo conservas?