7 de febrero de 2012

Hombres y tiempos

Tenemos un Hombre del Tiempo. Cada mañana lo vemos en su bicicleta de montaña, bajando de las colinas del noroeste con rumbo al centro. El Hombre del Tiempo debe tener, al menos, cincuenta y cinco años; pero no me atrevería a asegurarlo porque su complexión atlética y cara curtida lo presentan como alguien que quizá creció trabajando en el campo, bajo el sol, y que ahora trabaja como albañil. Con esa gente nunca se puede saber la edad. Lleva un gorro bajo el casco y una bolsa de plástico —seguramente con su refrigerio— atada a los manubrios.

Si vemos al Hombre del Tiempo en la Vialidad la Cantera, sabemos que vamos con tiempo de sobra rumbo a la escuela. Si lo vemos por la Av. Río de Janeiro, significa que vamos justos. Si es en la Av. Mirador donde lo vemos, es que se nos ha hecho tarde. De ahí obtuvo su nombre: el Hombre del Tiempo.

Habíamos notado que, cuando vamos realmente retrasados, ya no veíamos al Hombre del Tiempo. Era como si desapareciera en algún punto de la Av. Mirador. Asumimos que por ahí trabajaba. Sin embargo, hace poco me detuve en una tienda Oxxo cuando íbamos camino a la escuela. La bicicleta del Hombre del Tiempo estaba parada afuera. Al entrar, lo vi por primera vez sin su casco: estaba calvo. Bebía un café y hojeaba el periódico. “Buen día”, musité, y me respondió asintiendo con la cabeza. Cuando salí, le dije “Con permiso” y contestó “Ándele”. Cerré la puerta de la tienda detrás de mí y pensé “Hasta mañana”.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿No te pasa que llegas a sentir algo parecido al cariño por personas que no conoces?

A mí me ha pasado, incluso, que puedo ponerme en una posición de defensa en favor de alguien a quien no conozco, pero que lo siento muy cerca.

Valencia Nájera dijo...

No creo que sea culpa del gerente del Oxxo.

Unknown dijo...

Siempre te leeré con gusto, Guso.

Unknown dijo...

Eres de chihuahua?