Llegó el capataz y dictó órdenes a los que cavaban zanjas, fue luego con los que trabajaban el cemento y después llegó con los de los ladrillos. Sus gritos eran subrayados por el vaho que le brotaba de la boca. Les dijo que la meta del día era levantar tres muros del cuarto de la esquina oeste.—Y recuerden —continuó el capataz, sintiendo de pronto una inspiración mística— que no apilamos ladrillos, sino que construimos catedrales.
—Pensé que esto iba a ser una bodega —le dijo el hombre a su compañero. Ninguno había entendido la alegoría.
Fragmento del relato Una vida, que espero publicar algún día.
6 comentarios:
buenisimo, corto pero intenso, no soy un gran lector, y mi critica sea baratija, pero es la mia.
Todo va bien hasta que me doy cuenta de que yo tampoco entendí la alegoría. Saludos.
y ese relato irá junto con otros relatos Gus?
Ciertamente mística.
Sí entendí,¿no?
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
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