18 de octubre de 2011

Músicos y pantallas

Algo de romántico tenía aquella costumbre de alzar el encendedor prendido en los conciertos. La raquítica llamita de uno se unía a la de miles y el fondo de los estadios se convertía en galaxia. Antes de que se quemara, se retiraba el dedo del botón que libera el gas, se le soplaba un par de veces y se volvía a generar la flama.

Hoy, obtusos acaparadores que todo queremos capturar en formato digital, las llamas han sido cambiadas por las luces azuladas de las pantallas de las cámaras o los teléfonos celulares. Tienen frente a ellos, totalmente humanizados, a músicos que admiran y, en vez de verlos, se conforman con disfrutarlos en una diminuta versión digitalizada que se está formando en el aparatito que sostienen sobre la cabeza.

Me pregunto, ¿qué hacen con esos archivos de video borrosos y pixelados acompañados de una saturación de sonido que nadie consideraría música? ¿Se los reproducen a sus amigos? ¿Los miran con añoranza, intentando descifrar qué canción están viendo y escuchando a las desafinadas personas que los rodean? ¿Qué sucede con esas fotos que no son sino un universo negro donde al fondo se ve una aglomeración de luces en las que no se distingue nada?

Se los digo ahora: los recuerdos y las sensaciones que evoca disfrutar un concierto no se pixelan y sus sonidos no se saturan.

3 comentarios:

Cabrón Insensible dijo...

Generar toneladas y toneladas de basura digital es un placer adquirido. Adquirido por una escasez de neuronas.

Nothingman dijo...

No se pixelan y no se saturan los sonidos, pero se olvidan... Tristemente se olvidan, por ello he decidido al menos intentar reseñar cada concierto al que voy, será más difícil que lo olvide.

Karla Juárez dijo...

Yo no olvido lo que no quiero olvidar tienes mucha razón.