24 de septiembre de 2011

Palabras y ropas

La vestimenta y la escritura se parecen tanto. Ambas fueron creadas para cubrir necesidades de nosotros los humanos: protegernos del clima una, comunicar ideas la otra.

Nuestras ropas han evolucionado tanto. Sí, nos cubren del frío y nos resguardan del calor, pero ya no es todo lo que esperamos de ellas. No solo nos vestimos sino que nos ataviamos. Usamos la vestimenta para distinguirnos y para describirnos. Cuidamos que el atuendo hable de nosotros y usamos siempre uno que diga a los otros qué tipo de humano somos, a veces incluso sacrificando la comodidad. Elegimos cuidadosamente estilos, colores, marcas y materiales; conscientes de que nuestras prendas nos representan.

Cuando alguien justifica su falta de ortografía arguyendo “bueno, pero se entiende lo que quiero decir, ¿no?” equivale a que anduviéramos vestidos con pedazos de tela exclusivamente para cubrirnos, sin importar cómo nos vemos. Al fin al cabo así anda uno cubierto, ¿no?

20 de septiembre de 2011

Plátanos y memorias

Colecciono memorias tan extravagantes que de pronto pienso que más que memorias son inventos porque nadie más que yo las rememora. ¿Existieron y las recuerdo o me las inventé y me equivoqué al clasificarlas y las puse en “Recuerdos” en vez de en “Inventos”?

Tras varios años de no hacerlo, recién le di un trago a un licuado. El sabor espumoso a plátano me llevó a una de esas memorias que luego ya no sé si son tal cosa o me las inventé: el Quick (hoy Nesquick) sabor a plátano con que sobresaborizaba mi leche de chocolate.

10 de septiembre de 2011

Avisos y atenciones

Cuando recibo una llama telefónica, mi teléfono móvil reproduce un fragmento de “Weird Era” de Deerhunter. Más que una canción o siquiera un tema instrumental, “Weird Era” es un breve experimento sónico que sirve como interludio entre pistas. El tono resulta bastante abstracto y, cuando suena, provoca malas caras a quienes están a mi alrededor y lo escuchan.

Cuando recibo un mensaje de texto, mi teléfono móvil reproduce los acordes iniciales de “You're So Great” de Blur. Para grabarlos, Graham Coxon lastimó su guitarra para que sonara con tal disonancia que a pocos les es agradable de escuchar el resultado.

Cuando se activa mi despertador, mi teléfono móvil reproduce la introducción de “Unravel” de Björk interpretada por Radiohead. La dulce y arrullante voz de Thom Yorke es acompañada por un piano que, susurrando, apenas da indicios de notas musicales y hace que quienes lo escuchan suspiren poquito.

Mi teléfono pasa la noche a solas en la sala. Por la mañana lo escucho cantar y camino unos diez pasos para recogerlo. Generalmente, junto al “Buenos días” del despertador, la pantalla avisa que también se perdieron dos o tres llamadas y que se recibieron uno o dos mensajes de texto. Qué orgullo me provoca el modo en que mi cerebro administra la información que me hace llegar. Los tonos de llamada y de mensajes de texto recibidos son cuantiosamente más sonoros y alertosos que la canción de cuna que me despierta; y sin embargo, mi cerebro no me manda llamar para atenderlos.

6 de septiembre de 2011

Condicionamientos y lados

Escuchaba la recopilación Greatest Hits de Queen en mi iPod. Me percaté de que no la había escuchado quizá desde 1995, ya que al terminar “Save me” me vino el impulso de detener la grabación para darle la vuelta y continuar con el lado B. Porque antes esperaba a que el último acorde de “Save me” terminara de difuminarse en el silencio, presionaba el botón ffwd apenas, no hasta el fondo, para evitar que se liberara el de play, extraía la cajita de plástica con la cinta magnética dentro, le daba la vuelta y continuaba con “Crazy little thing called love”.