Nuestras ropas han evolucionado tanto. Sí, nos cubren del frío y nos resguardan del calor, pero ya no es todo lo que esperamos de ellas. No solo nos vestimos sino que nos ataviamos. Usamos la vestimenta para distinguirnos y para describirnos. Cuidamos que el atuendo hable de nosotros y usamos siempre uno que diga a los otros qué tipo de humano somos, a veces incluso sacrificando la comodidad. Elegimos cuidadosamente estilos, colores, marcas y materiales; conscientes de que nuestras prendas nos representan.
Cuando alguien justifica su falta de ortografía arguyendo “bueno, pero se entiende lo que quiero decir, ¿no?” equivale a que anduviéramos vestidos con pedazos de tela exclusivamente para cubrirnos, sin importar cómo nos vemos. Al fin al cabo así anda uno cubierto, ¿no?