27 de agosto de 2011

Teléfonos y actividades

En el bolsillo izquierdo de mi pantalón vive uno de esos teléfonos que llamamos inteligentes. Es mi amigo. Toma mis apuntes, me recuerda mis citas, reproduce mi música y captura mis fotos. Además, gestiona mis convivencias con otros muchos amigos, no siempre con los mejores resultados pero sí con el más fiel esfuerzo. De pronto, la notificación avisaba que José me decía algo y yo, disperso, la desdeñaba. Luego pasaba algunos minutos buscando si lo que José decía lo decía por mensaje de texto, por Whatsapp, por Skype, por Facebook, por Mensaje Directo de Twitter, por correo, por Google+ o por Viber.

En un ejercicio de surrealismo real, agoté el Internet ilimitado de mi teléfono inteligente, dejándolo tonto por un mes. La cotidianeidad no se me vio tan afectada como hubiese pensado, ya que he ido descubriendo que mi ciudad es una ciudad con mucho Internet suelto por ahí. Poco a poco, mi teléfono ha conocido nuevos WiFis a los cuales se enchufa automáticamente cuando se los vuelve a encontrar. De pronto, el inerte aparatito recibe su WiFi y despierta muy contento, aventando notificaciones y actualizaciones entre chirridos y vibraciones. Así es él, mi amigo.

3 comentarios:

Daniel Heredia Albarrán dijo...

Voilá.

Anónimo dijo...

extraño llegar al semaforo y observar la gente, los edificios, inventar historias de las cosas que veo, y tener diálogos internos... dejar de sentirlo como oportunidad de revisar el twitter o el FB.

BibiSparrow dijo...

Creo que a veces las redes sociales nos impiden "socializar".