11 de octubre de 2009

Libros y Cervezas

De pronto te envuelves con un libro que sabes es buenísimo, pero no te gusta porque es complicado y no le entiendes. Sin embargo, decides domarlo y te concentras y tienes que volver a leer la misma página varias veces y cuando vas a la mitad lo asimilas como si fuera un cuento para niños y lo disfrutas y lo saboreas y ahora te parece aún más genial.

A los 12 años te escabulliste con tus primos ocultando una lata de Modelo Especial robada de la hielera durante la carne asada de tu tío. Una vez guarecidos en el terreno baldío de al lado, tomaste algunos sorbos de lo que te pareció el caldo más amargo y con el peor sabor a miados y no entiendes como es que los adultos se la pasan metiéndose eso a la boca. Algunos años después, no concibes terminar un sudoroso día sin refrescarte con una cerveza helada que sabe a frescurísima y sofoca la sed.

Escuchas Drum's Not Dead de los Liars y te causa una sensación de vértigo y asco porque los tamborazos son demasiados y demasiado primitivos y las voces suenan profundas y parece que entonan cánticos rituales de algún sacrificio y entonces corres a tu computadora y te brincas al siguiente disco, pero no te atreves arrastrar a la Papelera de Reciclaje esa horrenda portada. Eventualmente, el reproductor aleatorio te dosifica el disco y al irte familiarizando con él no te queda más que aceptar que es una obra inmensa y que te enerva y te retumba la cabeza y que mientras a mayor volúmen lo escuchas mejor se siente en todo el cuerpo.

2 comentarios:

Cabrón Insensible dijo...

Eso fue lo que me pasó en aquellos años que me hice fan de tool, saludos, Guso.

Anónimo dijo...

Lo mejor de todo es hacerte adicto a las cosas que te enervan.