Imevisión y NHK

Hay gente que dice que nunca ve la tele. “No, es que yo no veo tele”, dicen. Esa gente miente. Todos vemos tele. Si no es que le dedicas un rato antes de dormir o de plano tres horas en la tarde, ves televisión mientras desayunas solo en la cocina antes de que salga el sol, ves televisión en la fila del banco, ves televisión en casa de tu novia mientras se arregla, ves televisión en el puesto de gorditas mientras te tomas tu Manzanita Soto y esperas tu orden.

Yo sí veo la tele. Siempre la he visto. Es padre. Cuando fui pequeño, el estado tenía su propia emisora de televisión –¿viste cómo le dije al gobierno “estado”, como si viviéramos en una tiranía?– con un bonito logotipo parecido al de reciclaje y que se llamaba Imevisión. Me gustaba ver Kiko, Taro y Kika, un programa con títeres japoneses que salía inmediatamente después de Me Lo Contaron en Japón, en la misma barra de programación que Sale y Vale, Los Cuentos del Espejo y Juan Sin Miedo. Cómo me gustaría volver a ver una imagen de Kiko o de Taro o de Kika. Creo que es el único punto donde la Internet nos falla.