Crucé la puerta y pensé qe había llegado a 1997. Salí. Volví a entrar. "2005 8 - 6", decía en la pantallita de mi reloj. Nope. No era 1997. Seguía siendo el 2005, pero el grupo del baresito estaba tocando Puto de Molotov.
Decadencia. Yo había conocido ese lugar cuando estaba en preparación. Un par de jóvenes empresarios fuereños habían remodelado el local para convertir el primer piso en un restaurant pipirisnais y el segundo en una especie de baresito lounge-rocker-exclusivo. Meses después sus sueños de elitismo fueron corrompidos por el dinero fácil de los vicios de los nacos. La alfombra quemada por cigarros. El finísimo tapiz de las paredes parchado con posters de los Dallas Cowboys, David Beckham y los Pumas de la UNAM. Yo me senté en una mesa que otrora fue señal de distinción, pero qe ahora solo sirve como recordatorio de los mejores años de los Bulls de Chicago. Aproveché la oportunidad y me aseguré de tener mi cerveza siempre bien acomodada en la cara de Scottie Pippen.