Cuando uno vive con una nena en barandales y con un perrito, se hace necesario salir a caminar de vez en cuando. Yo no soy para nada aficionado al aire libre. No entiendo a los papás qe llevan a sus niños a andar en bici al parqe en el verano. ¿Qé no los ven sudar? Yo a mis hijos los tendré cómodamente instalados frente a la consola de videojuegos de moda, junto al aire acondicionado y con sus vasotes de limonada.
Ahí vamos caminando. Mi colonia es muy chistosa. Está casi afuera de la ciudad y es demasiado nueva como para tener identidad. Todavía no sabe sí va a ser fresona o de pobres, sí va a tener tienditas de abarrotes u Oxxos, o si van a ser mayoría los medidores de Ecogas o los cilindros de 45 kilos. A dos casas de la mía hay una casa que han remodelado con muy buen gusto y donde vive un viejo pastor inglés. Ernesto se ve tan ridículo ladrándole. Enfrente de mi casa tienden la ropa en el patio de adelante y una vez la señora de ahí vino a pedirme el teléfono porqe su marido la había golpeado. Qe padre.
Caminamos un poco más lejos. En un parqesito estaban unos niños jugando. Por ahí anda también un perro lanudo y feo. Ernesto y el perro callejero se ladran. Uno de los niños sostiene al perro aqel y, señalando a Ernesto, dice "mira, ese perro se parece mucho al Chito". Chale.
Vivo en un como suburbio al norte de la ciudad. Es de esas colonias qe están de moda. Tres o cuatro modelos de casas qe se repiten en un desfile infinito. Punzo las describió alguna vez como "esos mares de Rotoplases". La mayoría son apenas más grandes qe una casa de Barbie promedio. Y ya te la sabes: todas las microcasitas de la calle principal han sido convertidas en negocios. Hay cocinas económicas, videoclubes, vidrieras, veterinarias, expendios, un Telcel y, en el caso más cínico, una clínica. Digo, yo sé como son esas casas por dentro. No entiendo como pueden acomodar una clínica en dos recámaras promotoras de la claustrofobia.