27 de diciembre de 2018

Mujeres y pavimento

Una mujer cayó sobre el pavimento. Otra mujer conducía por la vía rápida y vio el bulto caer. Cuando caen, las cosas se ven en cámara lenta, por eso la mujer que conducía por la vía rápida alcanzó a frenar frente al bulto que era la mujer que cayó sobre el pavimento. La mujer que cayó sobre el pavimento se había detenido en una rampa del distribuidor vial porque su auto se descompuso. La mujer que conducía por la vía rápida y vio el bulto caer levantó la cabeza y abrió mucho la boca y los ojos. ¿Qué había caído sobre el pavimento? La mujer que cayó sobre el pavimento se había bajado de su auto averiado. El tráfico seguía moviéndose muy rápido junto a ella. La mujer que conducía sobre la vía rápida veía un amasijo de carne y pelos y mucha sangre, como cuando se ve a un perro recién atropellado. La mujer que cayó sobre el pavimento se había agazapado a un costado de la rampa, aterrada, porque los autos pasaban muy cerca, a setenta, a ochenta, a noventa kilómetros por hora. La mujer que conducía sobre la vía rápida comenzó a encontrarle forma al amasijo de carne y pelo que estaba sobre mucha sangre y no era un perro recién atropellado, era una mujer. La mujer que cayó sobre el pavimento estaba muy nerviosa. Por eso había bajado del auto. Por eso había bajado también a sus dos hijas. Una tenía seis años. La otra tenía cuatro. La mujer que conducía sobre la vía rápida todavía no sentía pánico. Todavía no sentía asco. Todavía no podía entender porque esa masa de carne y pelo sobre mucha sangre era una mujer y no un perro atropellado. La mujer que cayó sobre el pavimento había tomado a sus hijas entre sus brazos. Los autos seguían pasando a su lado. Muy rápido. La mujer que conducía sobre la vía rápida quiso bajarse de su auto, pero no se había quitado el cinturón de seguridad. La mujer que cayó sobre el pavimento estaba llorando a un costado de la rampa, con sus hijas en los brazos, golpeada por las luces de los autos que pasaban muy cerca, golpeada por el aire que los autos empujaban porque iban a setenta, ochenta o noventa kilómetros por hora. La mujer que conducía por la vía rápida se soltó del cinturón de seguridad y bajó del auto. Dio dos pasos hacia el amasijo de carne y pelos que yacía sobre un charco de sangre. También había dos niñas llenas de sangre. La mujer que cayó sobre el pavimento no había podido hacerse chiquita, no había podido desaparecer de ese caudal de autos que pasaba junto a ella a setenta, ochenta o noventa kilómetros por hora. Sólo apretaba los ojos y apretaba a sus hijas contra ella. La mujer que conducía por la vía rápida no podía sentir pánico ni sentir asco porque no había tiempo para eso. Las niñas estaban manchadas de sangre, pero no era sangre de ellas. La mujer que cayó sobre el pavimento le dijo a sus hijas que no tuvieran miedo. Pero estaban llorando. Las tres. Y ella, la mujer que cayó sobre el pavimento, tenía mucho miedo. La mujer que conducía por la vía rápida pensó que debía ir por las niñas manchadas de sangre. Pero comenzó a sentir pánico y asco. Había un amasijo de carne y pelos empapados en sangre y eso era una mujer que había caído sobre el pavimento. No tengan miedo, no tengan miedo, le decía la mujer que cayó sobre el pavimento a sus hijas. Las apretaba fuerte contra su pecho y daba pasos hacia atrás, lejos de los autos que eran sólo rayones de luz que pasaban. La mujer que conducía sobre la vía rápida seguía de pie a un lado de su auto, pero ahora no le preocupaba el amasijo de carne y pelos ensangrentados que era la mujer que había caído sobre el pavimento ni las niñas llenas de sangre que no era suya. Le preocupaba que su auto tuviera sangre en el frente. La mujer que cayó sobre el pavimento sintió en su espalda el muro de contención de la rampa donde su auto se había descompuesto. Ya no podía dar más pasos hacia atrás. La mujer que conducía sobre la vía rápida dio uno, dio dos, dio tres pasos, e inclinó la cabeza para ver el frente de su auto. La mujer que cayó sobre el pavimento no se estaba deteniendo. No había dado ningún paso más hacia atrás, pero se movía. Se empezó a mover en cámara lenta. La mujer que conducía sobre la vía rápida vio que no había sangre en su auto. Ella no había golpeado al amasijo de carne y pelos sobre sangre, era una mujer y había caído sobre el pavimento. La mujer que cayó sobre el pavimento alcanzó a pensar en muchas cosas mientras caía, porque cuando uno cae, las cosas se ven en cámara lenta. La mujer que conducía sobre la vía rápida vio como varios hombres y mujeres se habían bajado de otros autos y había corrido a recoger a las niñas llenas de sangre que no era de ellas. Ya no sentía pánico, pero sí asco y remordimiento. La mujer que cayó sobre el pavimento pensaba en si sería posible acomodar su cuerpo en el aire para que sus hijas no se lastimaran, pensaba en si alcanzaría a dolerle el golpe o si moriría antes de sentir algo, pensaba en que llevaba en el bolsillo una carta que había escrito explicando algo que no era esto. Una mujer cayó sobre el pavimento.

20 de diciembre de 2018

Razones y desacuerdos

Silenciar. Bloquear. Dos funciones de Twitter que no uso. A lo de bloquear le reconozco que, cuando se asoma uno al perfil de quien nos bloqueó, ahí clarito dice Este usuario te ha bloqueado. Lo de silenciar me parece pusilánime, una concesión social para la red social más antisocial: te sigo y crees que te leo, pero en realidad no es así y no quiero que lo sepas.

Saramago dijo que los escritores viven de la infelicidad del mundo, que él en un mundo feliz no sería escritor. En Twitter no silencio y no bloqueo porque me gusta renegar, por el ímpetu que me provoca el desacuerdo y la euforia de hacer corajes. O eso pensaba.

Hace poco leí un artículo donde se explica cómo nuestra curaduría de contenidos en línea, tanto intencional como la realizada por algoritmos, nos sumerge en la percepción de que todos piensan igual que nosotros. El artículo decía que por eso tantos se sorprendieron con el Brexit y con el triunfo de Trump. “Pero ¡si nadie estaba de acuerdo con eso!”, se decían con las manos en la cabeza, incrédulos de los resultados. Pondría el vínculo al artículo, pero la verdad es que lo perdí.

Entonces no silencio y no bloqueo porque quiero saber qué piensan los que no piensan como yo. No silencio y no bloqueo porque para tener la razón hay que saber qué está mal.