4 de octubre de 2016

Muertos y muertes

Alfredo y yo éramos amigos, aunque casi no hablábamos desde que me cambié de departamento en el trabajo. Por eso me desconcertó que me llamara aquel martes por la noche. Por eso le contesté. Hoy se murió mi papá, pero no le quise decir a nadie, me dijo. Mi papá era cantinero y estoy en donde trabajaba, ¿no quieres venir? Y fui.

Fui también al panteón al otro día. Pasé por Alfredo y me hizo dar tantas vueltas que llegamos tarde. Saludamos a la breve comitiva de su familia cuando nosotros entrábamos y ellos salían. Caminamos por el panteón y era uno de esos panteones de mitades del siglo pasado donde algunas de las tumbas son como pequeños y ridículos mausoleos y le conté de “Aquí descansa Nevares” de Pere Calders.

Finalmente llegamos a un espacio del cementerio donde cabían tres tumbas y en el que ya había dos. La primera decía Alfredo Salas. La segunda también y estaba cubierta de flores y a su lado habían dejado tirada una pala. Son mi abuelo y mi papá, dijo Alfredo. Apunté al espacio que sobraba, Y mira, ahí vas a ir tú después.

Esto fue hace seis años. Alfredo murió esta mañana.