
Luego de dieciocho años, dejar los cigarrillos no fue un drama ni un suplicio. La separación no fue en malos términos y si alguna noche se me antoja uno, me permitiré encenderlo.
Agradezco a los cientos de Delicados que me acompañaron en conversaciones memorables en banquetas y porches, que compartieron mis dedos con plumas mientras garabateaba historias en una libreta, que regalé a amigos y extraños en bares, cantinas y conciertos. Fueron cómplices inigualables, pero ahora es momento de que cada uno siga su camino sin el otro.