De pronto mi pie izquierdo choca con el derecho. Advierto que hice un cálculo erróneo y, al terminar de acomodar mi posición, acerqué de más uno de los pies. “¿Qué pasó aquí?”, pienso, desconcertado. Me doy cuenta que medí mal el tamaño de mis zapatos y por eso golpeé uno con el otro. Quiero voltear abajo y averiguar qué estoy calzando, pero ¿por qué arruinar la diversión? No son muchas las variables: debo tener no más de diez pares de zapatos, ¿cuáles visto hoy? No son los tenis de bota, porque traigo un saco y estoy en el trabajo. De estar en algún bar o en una fiesta en esta temporada del año, seguramente traería alguno de mis pares de tenis de bota con el saco; pero no: estoy en el trabajo. Entonces, pienso, debe ser uno de esos zapatos que uso para la oficina. Si erré el cálculo y golpeé uno con otro, el calzado debe ser más bien grande. Claro, ya lo sé: traigo los botines negros de gamuza y agujetas. Seguro de haber acertado, me permito ahora sí mirar hacia abajo: sí son esos.
El reto-acertijo duró tan poco que sería imposible cronometrarlo, pero ¡ah, cómo lo disfruté!
1 comentario:
Ja! sí que lo he hecho, aprovechar la mala memoria para jugar mini-adivinanzas en la mente...
Publicar un comentario