La dirección del remitente, escrita también a mano, es la de un Centro de Rehabilitación Social de un estado costeño de la República. En dos ocasiones he tomado las cartas y las he enviado de regreso en sobres más grandes explicándole al preso que su Paola no vive aquí. Pero las cartas siguen llegando.
He llegado a considerar abrir alguna de las misivas y redactar una respuesta haciéndome pasar por Paola. Imagino al miserable hombre maldiciendo a Paola por no contestar. Lo imagino viendo a sus vecinos de celda recibir correspondencia y para él nada de la cabrona de Paola. Ojalá leas este blog, Preso: Paola no sabe que le escribes, seguramente está en algún lado esperando tus cartas y dispuesta a contestarlas. O quizá simplemente te dio una dirección falsa.
6 comentarios:
Qué mal.
Ya quiero leer los relatos que escribas para este 2012.
Abro la ventana para comentar, escribo esto, y sigo riendo.
Como en La salud de los enfermos, de Cortázar. Deberías escribirle.
Me sucede que una Gloria (o al menos es el término promedio que la susodicha afirma ser) proporciona mi numero como un numero falso a sus parejas, incluso me han llegado a insultar como acto de desesperación para reclamar a su Gloria. Tu caso ha de ser mas dramático.
Debiste haberle agregado màs drama al relato.
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