7 de diciembre de 2011

Bicicletas y patrullas


En ciudades como Chihuahua, donde no existen ciclovías, la relación del ciclista con los automóviles es casi siempre de dos tipos. En la primera, los veloces autos azuzan al ciclista, quien se ve empujado a circular por el carril de la derecha lo más cerca posible a la banqueta. En la segunda, es el ciclista quien pasa raudo y altanero entre los autos que, embotellados, apenas avanzan. Por eso me gusta pedalear por el tramo de la Av. Independencia que atraviesa el centro histórico: es de las pocas vialidades donde bicicleta y autos circulan a la par. A lo largo de un kilómetro y medio, entre la Av. 20 de noviembre y la Av. Teófilo Borunda, la Av. Independencia ofrece cuatro carriles que permiten una velocidad inusitada para los centros históricos.


Esa tarde me incorporé a la Independencia justo donde inicia la última pendiente antes de llegar al río, su punto más bajo. Una acertada combinación de colores de semáforo y tránsito generaron un fenómeno por demás extraño: la avenida era toda mía. Me incliné hacia adelante y permití que mi bicicleta se acelerara. Una calle abajo, a mi izquierda, una camioneta de la policía hizo alto para cruzar la avenida. Sostuve la respiración y apreté las palancas de freno cuando vi que avanzó. Pensé que lograría esquivarla y que, tras recuperar el control de la bicicleta, continuaría mi camino maldiciendo a la oficial que conducía. Pensé que hacía unos segundos había visto a tres policías corriendo, seguramente para atender alguna emergencia, y que esta patrulla quizá iría a donde mismo y por la urgencia ni siquiera se percataría de que me iba a embestir. Pensé en mi hija de seis años y en lo estúpido que había sido por haberme negado a usar casco en mis traslados en bicicleta por considerarlo exagerado y de poco estilo. Me impacté contra el costado de la camioneta.

1 comentario:

Valencia Nájera dijo...

Es lo malo de utilizar Control+C y Control+V.