
Es por esto que a nosotros fiestas como las posadas de las oficinas son motivo de genuina ansiedad y de mortificante angustia. Los más extrovertidos rápidamente forman filas de baile y, agitando las servilletas de tela por encima de sus cabezas, rondan entre las mesas reclutando a más bailadores. Temerosos, los que no bailamos los vemos aproximarse y vivimos como pesadilla cuando nos jalan del brazo mientras intentamos justificarnos con sonrisas nerviosas que quisiéramos fuesen puñetazos. O peor aún, debemos aguantar por hasta cuatro horas las ganas de ir al baño porque siempre existe la posibilidad de que, al ingresar de nuevo al salón, todos comiencen a vitorear “¡Que can te que can te que can te”.
7 comentarios:
Qué feas tus posadas. A mí sí me divierte el karaoke.
Eres tímido, supongo.
El karaoke es una tortura para mi. No estas solo.
El karaoke es un invento del diablo. Y las posadas también.
A mí me molesta mucho bailar, aunque debo confesar que lo he hecho por complacer a mujeres hermosas, como muchos hombres seguramente lo han hecho.
Amén! jajaja! Una descripcion acertadisima de una tipica posada. Un saludo.
"...mientras intentamos justificarnos con sonrisas nerviosas que quisiéramos fuesen puñetazos." jajaj
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