16 de octubre de 2009

Desconciertos y sorpresas

Ya habían pasado diez meses de la entrada del nuevo milenio y muchos seguíamos decepcionados porque la llegada del 2000 realmente no había significado gran cosa. Insertado en tales antecedentes, caminé a Grandalia de Plaza Galerías con $120 pesos en la bolsa, pensando en encontrarme con Dorian, el encargado de la sección de discos —que por cierto bastante conocía sobre su sección—, y ver a qué compra me llevaba el diálogo con él. Yo había leído ya acerca del anticipadísimo Kid A de Radiohead y su lanzamiento en otoño, pero no lo esperaba por estos lares sino hasta finales de año.

Me acerqué a la especie de pecera para humanos donde tenían los discos y en la cual se escuchaba un beat frenético y desesperanzado… con la voz de Thom Yorke quejándose encima de él. “Idioteque”, supe luego que se llamaba el tema que por media hora me tuvo pensando que el nuevo disco de Radiohead era dance. Dorian apilaba los recién desempacados Kid A en un estante. Le arrebaté uno y me fui a casa.

Eran tiempos en que la música todavía la escuchábamos en muebles y no en aparatos que trajéramos en las bolsas. El modular de mis padres contaba —apilados de arriba hacia abajo— con tornamesa, amplificador en forma de videocasetera, radio en forma de videocasetera y reproductor de casetes en forma de videocasetera. Mi hermano y yo mandamos a hacer un cable para un reproductor portátil de discos compactos que injertamos por detrás al amplificador. Le metí mi Kid A por ahí de las siete de la tarde. Fue horroroso. La música era espesa, entrecortada y, sobre todo, impredecible. ¿Te has fijado que, aunque nunca hayas escuchado una canción, de algún modo puedes tararearla con bastante certeza mientras la escuchas? Esto no era así. Y eso me angustió.

Aquel amigo me contó cómo es que duró varios días descargando el álbum, pista por pista, en casa de algún otro amigo. Confiesa que a la primera escuchada de la abridora “Everything in it's Right Place” se mortificaron al pensar que, tras esperar por horas la canción, se hubiese descargado mal (eso no podía sonar así a propósito).

Ahora era casi el 2002 y leí alguna entrevista con Stanley Donwood, diseñador del empaque del Kid A, en la cual hablaba un sobre las alquimias que había seguido para producirlo y donde mencionaba la existencia de una inserción oculta debajo de la charola del disco en las primeras ediciones. Corrí a la sala a desarmar mi cajita, donde en efecto encontré un segundo juego de arte gráfico. Para entonces yo creía que ya me había familiarizado con este álbum, y fue cuando se me aclaró que, sin importar cuánto tiempo pasase, Kid A jamás dejaría de sorprenderme.

5 comentarios:

Solera dijo...

Algunas de tus entradas se disfrazan de música pero en realidad hablan de melancolía.

Saludos!

Cabrón Insensible dijo...

Sin duda excelente disco, casualmente el primero que compré de Radiohead, luego vinieron Pablo Honey y Ok Computer simultaneamente

wally dijo...

qué les dije?

Insirtonizio dijo...

Radioheader, good. Buen blog, me ha agradado bastante.

gfiglsdfdfsdfsdf dijo...

el mio no traia extra arte. pero no me awito. el album de la decada para muchos y con justa razon.