20 de febrero de 2008

Música y Vida


Escuché un tema de Queen como música de fondo en un noticiario que anunciaba la muerte de Freddie Mercury. La canción era igualita al principal éxito de mi entonces rapero favorito: hablo de Under Pressure de Queen y Ice Ice Baby de Vanilla Ice. Caminé a un MacroVideocentro y me compré mi primer disco compacto: Queen II (1974). Que oscuro modo de adentrarse en los sonidos del rock. Con el tiempo descubrí más y más música de esta banda inglesa, que aunque terminó siendo casi popera, nunca pude deslindar de aquel parafernálico y complejo disco que sonaba tan negro y sombrío como su portada. The March of the Black Queen es un buen ejemplo de ese Queen que me recuerda siempre elegir bien el rock que escucho, ya que un hombre tuvo que dar su vida para que yo tuviese la oportunidad de disfrutarlo.

Las primeras veces que escuché el Drum's Not Dead (2006) de Liars, no pude siquiera terminarlo: el sonido era violento, nefasto, estresante y muy viral. Pero tampoco pude deshacerme de él. El reproductor aleatorio me lo fue dosificando hasta que terminé de comprender aquella vastedad sónica que representaban esos tamborazos y voces graves, vastedad por la que ahora deambulo con absoluta naturalidad, pero aún con suma cautela. Drum and the Uncomfortable Can debe convencer a cualquiera de la genialidad de Liars.

En 1998 Oasis aún no nos aburría con 10 discos igualitos: apenas llevaban dos y muchos fuímos seducidos por la química instantánea de su rock. The Masterplan, colección de lados B, consagró a Noel Gallager como un excelso compositor. De cualquier modo, la versión en vivo de I Am The Walrus que incluyeron en la compilación fue el tema elegido, ya sea por la desfachatés de la interpretación o por mi afición a la música de The Beatles.

1 comentario:

Tasta dijo...

Oooh los Beatles, los amo.