Guayaba y Tostada

De acuerdo con las tendencias de moda entre la chavalada alternativa e intelectual de esta mi ciudad, anoche me fui de farras a una cantina. Cantinucha, pues. De esas feas y con gente fea.

Había una borrachita. Ya sabes de cuales. Llegó y se plantó frente a mi. Seguí hablando. Me interrumpió para decirme qe yo era el más guapo de todo el lugar –igual y no estaba tan borracha. Le respondí cambiando el tema. Ella me refutaba cualqier cosa diciéndome “no, no, no; tú estás muy guapo”. Intenté inmiscuir a mis amigos. Ella insistía en mi. La estábamos pasando padre cuando llegó el mesero y no muy amablemente le dijo a Borrachita qe no molestara a los clientes, medio empujándola hacia donde estaban unos rancheritos. Ella qería volver. Terminó afuera de la cantina.

Ahí estamos nosotros invadiendo sus territorios, forzando a los dueños a deshacerse de la mitad de los discos de banda de las rocolas para incluir algo de música de moda, forzándolos a habilitar algún rincón de la cantina como baño para mujeres. En la cantina del hotel San Juan ya hasta hay un guardia en la puerta qe indica qién entra y qién no entra, mientras chavos de jeans, sacos, mohawks y Converse consumen sus chelitas folklóricamente. ¿Dónde están los viejitos qe jugaban dominó ahí? ¿Dónde están los maistros de obra qe en esa barra se gastaban el salario mínimo de la jornada?

Dentro de un año la moda de las cantinas habrá pasado. Nosotros estaremos de vuelta en nuestros bares minimalistas amenizados con DJs. Borrachita encontrará otra cantina, lejos de la qe hasta ayer fue suya, y donde unos buenos hombres convertidos en bestias a fuerza de teqilazos la golpearán mala onda, la violarán y la matarán. Se escucha un violín tocando una melodía trágica. La escena se va oscureciendo hasta qe desaparece totalmente. Salud por Borrachita.