Entré en la tienda de música Virgin de Times Square y me precipité a la sección de música latina. Era 1996 y llevaba seis meses como estudiante en un pueblo del norte del estado de Nueva York. La Internet no era nada parecido a lo que es hoy. Me sentía lejos y solo.
Pasando los discos con los dedos me encontré con un álbum de Café Tacvba y me lo llevé a la caja. En el camión que nos conducía de regreso a Auburn toqué el “Avalancha de éxitos” en el reproductor de discos compactos que alguien me prestó. Cuando llegué a la parte de “Ojalá que llueva café” donde Alejandro Flores toma las vocales y convierte la canción en un son huasteco tradicional sentí un golpe, una efervescencia que nunca antes había tenido en el cuerpo. Me paré con los ojos mojados y me di cuenta que no podía compartir eso con nadie a mi alrededor.
Creo que esta fue la primera vez que me sentí sinceramente mexicano.
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