Era el 2000 y un chico apareció cantando “And it was all yellow” mientras amanecía sobre una playa. Coldplay era algo cotidiano, orgánico, genuino. Chris Martin éramos todos: se aferraba a una guitarra acústica –muy parecida a la que yo tenía– y llevaba ropa como comprada en Suburbia mientras cantaba con dulzura letras que podían haber sido escritas por nosotros mismos. Parachutes era apenas su primer álbum y yo ya los consideraba una de las bandas voceras de mi vida.
Apenas dos años después, Chris Martin decidió que prefería ser como Bono el de U2. Pero no como aquel Bono de The Joshua tree y Rattle & hum, sino como el Bono que –igual que Martin en 2002– prefirió los escenarios estrambóticos y los atuendos de diseñador en vez de preferirme a mí.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario