Cuando estás en primaria haces mucho por la que te gusta. Sabes a qué hora la deja su mamá, dónde se sienta en el recreo a comer con sus amigas y a qué hora viene en la tarde al voli. Te inventas cosas para pasar cerca de ella donde quiera que esté, pero con discreción, que parezca casual. Todo el día la sigues con los ojos.
Por eso, aquello de “y hasta ahora lo supe de repente cuando oí pasar su nombre y ella no estuvo presente” no tiene ningún sentido.
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