A diferencia de la mayoría de mis compañeros del museo en el que trabajo —y al parecer de muchos otros oficinistas del centro— es raro que coma burritos por la mañana. Pero era domingo, no había desayunado y tampoco estaba muy ocupado, por lo que salí a buscar burreros. Nada. Lo normal es ver el letrero de “Burritos” pegado afuera de cualquier tienda de abarrotes, papelería o revistería del centro, así como a hombres con apariencia de mecánicos cargando hieleras repletas de esos rollos de tortillas de harina y guisos. Pero ese domingo… nada.
Caminé por la Juárez, la 19a, la Aldama, la Rosales, la Ojinaga y la 5ta. Nada. Finalmente, en un puesto de dulces de la Victoria, los encontré. ¿Dónde consiguió burritos en domingo?, me abordaron las señoras del aseo. Aquí, en la Victoria, y con la mano hice un mapa en el aire.
Ahora me atormenta la idea de que en los pasillos y en el comedor del museo se diga Vamos por unos burritos de los del licenciado Macedo.
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