Al tomar la rampa que conecta las dos vialidades, vi que en el pavimento había un animal atropellado. Ya un poco más cerca descubrí que era un oso de peluche. El agua de la lluvia de esa madrugada no había terminado de desaparecer y era imposible saber cuál era el color original del oso. Salí de la rampa y me detuve, pensando en si seguir con mi camino o rescatar al oso de peluche. Cada auto que pasaba, ya fuera por encima o cerca del oso, lo movía un poco, pero parecía regresar al mismo punto una y otra vez. Este oso era un oso terco. Ni lo recogí ni lo abandoné: lo observé. ¿Se le habría caído a algún niño? ¿Lo habría aventado por la ventana una novia encabronada? ¿Sería parte de un cargamento de juguetes?
Pocos minutos después retomé mi camino pensando en que alrededor de todos pasan muchas cosas pero que casi nadie se da cuenta.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario