
Sin duda estas últimas semanas no son en las que mejor o más he dormido. Pero con la perspectiva que me brinda la diferencia de edades entre mis hijos, sé que de hace once años recuerdo las primeras risas, recuerdo cuando le puse el apodo que hasta la fecha lleva, cuando caminó, cuando me dijo papá, cuando olvidé sujetar su silla al asiento del auto y se fue de lado en una curva, cuando probó el helado y cuando salió de su primer día en la guardería. De cuánto dormí o cuánto dejé de dormir no me acuerdo nada.
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