7 de octubre de 2014

Celofanes y folletos

Entonces ya había suficiente Internet como para saber en qué trabajaban las bandas que seguía. Pero aquella incipiente Internet no sólo era alámbrica, sino que además compartía sus alambres con la línea telefónica. Descargar álbumes era posible, pero tedioso, complicado y a veces hasta infructuoso. Había que ir a las tiendas por música.

Israel y Dorian atendían la sección de casetes y discos de Grandalia, la tienda departamental que emulaba a Liverpool en el centro comercial de Chihuahua. A pesar de sus trajes y corbatas, Israel y Dorian parecían estarla pasando bien siempre. Hola, Guso, qué tal. Qué tal, Dorian. ¿Cuál te gustó? Este, el del escarabajo. Te lo abro. Y con mucho cuidado retiraban el celofán con el que venía envuelta la caja del disco, de manera que si no me gustaba se los llevaba de regreso, lo volvían a envolver y regresaba a los estantes. Con este método pude probar el Mezzanine de Massive Attack y Black Market Music de Placebo luego de elegirlos sólo por sus portadas.

Aquel día llegué a Grandalia y la sección de música se sacudía con golpes graves de percusiones electrónicas y se arrullaba con atmósferas de ruido casi blanco. ¿Qué es eso? Es el nuevo de Radiohead, nos acaba de llegar, todavía ni lo ponemos en los anaqueles.

Lo que escuché llegando a casa no fue la última sorpresa que me tenía deparada el Kid A. Todavía algunos años después leí en un artículo que el primer tiraje del álbum había incluído un folleto secreto, escondido debajo de la charola de plástico en la que se incrustaba el disco. Fui por mi copia, desarmé la caja y lo encontré.

1 comentario:

dorian dijo...

buenos tiempos aquellos guso. :) sin duda un cliente con excelente gusto.