Se va a terminar el 2011 y apenas puedo hacer, de memoria, una lista de diez discos nuevos que haya escuchado durante el año. La culpa no es de nadie. Analizando lo sucedido, noto que este año leí y escribí más que cualquier otro año; ambas cosas que no puedo hacer como me gusta si tengo música sonando. También mi hija se ha convertido, finalmente, en una ávida conversadora y generadora de otros tipos de ruidos que no precisamente combinan con escuchar música. Por último, este año anduve en bicicleta más de lo que conduje, y pues escuchar música en audífonos mientras se pedalea no es la más segura de las prácticas.
¿Les molestaría si, por única ocasión, este año les convido solo cinco discos que sellaron mi vida? Siguiendo el orden que marca el alfabeto, son:
“Angles”, de The Strokes: estos neoyorkas retomaron su posición como los principales abanderados de mi generación, una generación a la que queda poco por inventar y mucho por reciclar.
“Diamantes”, de El Columpio Asesino: a veces un disco sirve tanto para fiestear como para escucharse a solas. No sé si es un pop muy duro o un punk muy afeminado.
“El Disco”, de Yo! Linares: galimatías logradas con una desfachatez perfectamente lograda. Logra que me sienta desgarrado y que lo disfrute.
“Futura Vía”, de Bam Bam: un documento sónico que experimenta sin pretender reinventar nada. Tarareable y denso. “Álbum conceptual”, dirán algunos.
“Meaningmore”, de Mentira Mentira: todos tenemos que alimentar la parte que nos queda de animales salvajes con canciones furiosas y enérgicas que suenan a garage.
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