A pesar de qe en el museo tenemos una cafetera, ese día mi organismo me dijo qe pasara a un Oxxo por uno de esos cafés instantáneos qe yo, por recomendación de alguien, me sirvo a tres cuartos de capuchino vainilla y un cuarto de chocolate. En la entrada del museo, noté qe la máqina expendedora de golosinas ofrecía un paqete de seis galletas Oreo a seis pesos. Me regodié imaginándome bebiendo mi tres cuartas partes de capuchino vainilla y una cuarta parte de chocolate acompañado de seis Oreo.
Dejé el café sobre mi escritorio y me apresuré a cumplir con algunos menesteres propios de mi posición, siempre con el café y las Oreo en mente. Tras diez minutos, por fin me dirigí a la maqinita. Noté qe el paqete de Oreo estaba no en el primero, sino en el segundo rizo de la espiral esa qe los va aventando. Algunos otros productos estaban en la misma posición, por lo qe decidí observar qé pasaba con ellos. Fingí hablar por teléfono para qedarme junto a la máqina. Iba a mi oficina y de nuevo volvía con el teléfono apagado pegado a la oreja izqierda. Logré ver a tres personas obtener productos del segundo rizo y decidí qe ya podría yo ir por mis Oreo.
Mi paciencia era poqísima y sentía qe mi café era cada vez más frío. Presa de la desesperación, introduje mis seis pesos y atrabancadamente presioné la clave de las Oreo. Debí haberlo hecho con más cuidado: con horror, vi como la máqina me dispensaba un panqeqé relleno de chocolate.
Dejé el café sobre mi escritorio y me apresuré a cumplir con algunos menesteres propios de mi posición, siempre con el café y las Oreo en mente. Tras diez minutos, por fin me dirigí a la maqinita. Noté qe el paqete de Oreo estaba no en el primero, sino en el segundo rizo de la espiral esa qe los va aventando. Algunos otros productos estaban en la misma posición, por lo qe decidí observar qé pasaba con ellos. Fingí hablar por teléfono para qedarme junto a la máqina. Iba a mi oficina y de nuevo volvía con el teléfono apagado pegado a la oreja izqierda. Logré ver a tres personas obtener productos del segundo rizo y decidí qe ya podría yo ir por mis Oreo.
Mi paciencia era poqísima y sentía qe mi café era cada vez más frío. Presa de la desesperación, introduje mis seis pesos y atrabancadamente presioné la clave de las Oreo. Debí haberlo hecho con más cuidado: con horror, vi como la máqina me dispensaba un panqeqé relleno de chocolate.
8 comentarios:
Jajajaja que coraje...
jajajajaja!
Tambien son buenos los panqeqes...
pero son mejores las Oreos, la hubieras golpeado hasta que calleran tus galletas
funcionaba con los teléfonos de monedas, los de antes
un pan qe QÉ!?!
¿¿¿¿cafe con galletas???? ¿¿¿en verano??? como que eso es postre de viejitos...¿no?
No era postre. Era desayuno.
si ke rico!! galletitas y cafesito en la mañana..
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