3 de febrero de 2007

Pruebas y Lápices

Cuando uno era adolescente tenía qe ir a la preparatoria. Pintearse de clase era divertido, ya fuese para jugar fut en la cancha más lejana de la escuela, para ir a casa de Pilón Lascurain a jugar Super Nintendo o simplemente para comer pulpas Rago con Tico atrás de la cafetería. Reprobar materias era parte de la rutina mensual pues, como es bien sabido y comprobado por los pedagogos, el ausentismo merma al aprovechamiento académico.

Cuando uno era prepúber, la secundaria y sus múltiples clases independientes las unas de las otras, se presentaban como una maravillosa oportunidad para la vagancia. Avionsitos de papel atravezando las aulas, mochilas lanzadas desde las ventanas, catorceañeros torturados a manotazos en la panza sobre el escritorio del profe y francotiradores armados con pelotas de tenis dentro del salón. Los 5, los 4 y hasta los 0 eran calificaciones comunes pues, naturalmente y fenómeno confirmado por las ciencias conductuales, la indisciplina se acompaña de un mal desempeño como estudiante.

Cuando uno era niño, tenía qe ir a la primaria. No había mucho qe hacer: los responsables padres nos entregaban a la miss a las 8:30 de la mañana y pasábamos todo el día siguiendo sus instrucciones antes de ser devueltos a nuestras familias por ahí de las 2 de la tarde. Aún así, los había qe debían repetir el año. ¿Por qé? Pues por pendejos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

pues mira no era por pendejos fue mas por nada algo que se llama inocencia infantil,. y tal vez de nuestros padres seria algo asi como deshacerse de sus hijos aunque ellos digan aún cuando les reprochamos que erá por nuestro bien....y anosotros nos parecía maldad de adultos!!!

Tasta dijo...

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