Coloqué mi computadora y mi taza donde siempre lo hacía, en la mesa más grande del café, esa donde por las tardes cabíamos hasta seis personas con nuestros equipos, pero en la que por las mañanas solía estar yo solo. Poco después entró un tipo con traje azul marino y se acomodó en una esquina de la mesa. Su computadora marca Dell tenía una etiqueta con un código de barras y número de inventario. Saludé con un casi imperceptible movimiento de cabeza. Luego llegó otro oficinista casi idéntico y se colocó frente al primero con su computadora Dell etiquetada. Llegó luego otro. Y otro. Llegó también una hembra oficinista (así lo supe porque su traje azul marino en vez de pantalón tenía falda). En unos minutos estaba en medio de trajes azules, computadoras Dell y una conversación en la que anotaban nombres de médicos para ofrecerles incentivos y obsequios. Tomé mi computadora y mi café y me fui a otra mesa.
Buenos días, disculpa, sabes que vamos a tener una reunión y esperamos a más personas y, como puedes ver, sólo cabríamos en esta mesa, ¿sería mucha molestia si te pudieras acomodar en otra más chica?, te agradeceríamos mucho; pensé que yo hubiera dicho algo así.
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