Terminé la universidad y preparé mis cosas para irme a Ciudad Juárez. Entre los primeros artículos que alisté estaba una nueva carpeta para discos compactos con la cual reemplazaría la negra con azul que había usado durante prácticamente toda la carrera. En ella podía llevar tres discos por lado de cada una de las diez hojas, así que siempre contaba con sesenta álbumes para escuchar en la computadora de la oficina o en mi reproductor portátil de discos compactos cuando caminaba. En el auto guardaba un estuche con veinte casetes; copias todos, en caso de que se doblaran por el calor. Aquella carpeta para discos era la principal razón por la cual llevaba siempre una mochila negra con naranja pegada a la espalda.
Llevar sesenta discos a todas partes era ciertamente un riesgo que había que correr. Vivía con la constante preocupación de olvidar la mochila en el auto y que se lo robaran. La mortificación era más fuerte cuando, caminando de la universidad al trabajo, atravesaba por unos callejones hacia la avenida Díaz Ordaz. Recordaba aquella vez que un tipo me había quitado mi reproductor de casetes con el Pablo Honey de Radiohead adentro, apuntándome con un cuchillo para pasteles. Pensaba también en cuando Marcos salió de un bar y un tipo pasó corriendo y le arrancó la carpeta que llevaba bajo el brazo.
En una tienda de Cd. Juárez pasaba las cajas de discos como hojas de un libro. Había desarrollado una técnica utilizando el dedo medio de la mano derecha y el dorso de la izquierda con la cual podía revisar cientos de álbumes en unos minutos. Encontré el Is this it de The Strokes. Estos neoyorquinos me habían aperplejado unos meses antes cuando el video de su sencillo “Last night” apareció en la televisión. Desde entonces, la canción había quedado irremediablemente instalada en mi cabeza.
Luego de unos días escuchando el Is this it abrí mi carpeta de discos y, con algo que podría llamar vergüenza, saqué muchos de los álbumes que ahí llevaba: Linkin Park, Lost Prophets, System of a Down y otros fueron devueltos a sus cajas. Deftones se quedaron. Volví a tocar el álbum de The Strokes y me sentí reconciliado con algo.
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