6 de febrero de 2016

Música y atuendos

Era el 2000 y un chico apareció cantando “And it was all yellow” mientras amanecía sobre una playa. Coldplay era algo cotidiano, orgánico, genuino. Chris Martin éramos todos: se aferraba a una guitarra acústica –muy parecida a la que yo tenía– y llevaba ropa como comprada en Suburbia mientras cantaba con dulzura letras que podían haber sido escritas por nosotros mismos. Parachutes era apenas su primer álbum y yo ya los consideraba una de las bandas voceras de mi vida.

Apenas dos años después, Chris Martin decidió que prefería ser como Bono el de U2. Pero no como aquel Bono de The Joshua tree y Rattle & hum, sino como el Bono que –igual que Martin en 2002– prefirió los escenarios estrambóticos y los atuendos de diseñador en vez de preferirme a mí.

1 de febrero de 2016

Signos y conversaciones

Las letras y todos los demás signos que utilizamos para escribir sirven para plasmar el modo en que hablamos. Asignamos un sonido a la a, uno a la jota, uno a la te y así a todas las letras hasta la zeta. Ponemos tildes para que entendamos dónde va la sílaba tónica, signos de interrogación para indicar que, de estar hablando, usaríamos un tono de pregunta, comas para emular las pausas que hacemos y negritas para que quien lea entienda que ponemos énfasis en cierta palabra.

Por eso me gustan las comillas, porque son el único signo que ha logrado ser más que una herramienta para imitar el habla. De hecho, es el único signo que ha transitado el camino al revés: en vez de ser algo hablado que se convirtió en escrito, es algo escrito que adoptamos en lo hablado: levantamos las manos, paramos los dedos índice y medio de ambas y los movemos para entrecomillarnos al hablar.