30 de agosto de 2011

Humos y entropías

Dicen que fumar es perder la vida y por eso fumo, porque resoplo los humos y con ellos veo irse fragmentos de mi vida. Se van de mí las ansiedades y se arrojan por mi boca los malos momentos del día. Dejo que se vayan esas partes indeseables en cada exhalada. Y sí: el sistema es entrópico y cada salida de vida le produce incertidumbre que busca equilibrarse con una entrada. Un tramo de vida que se sopla deja espacio para que uno de muerte lo ocupe. Ojalá siempre fuera tan sencillo equilibrar la vida y la muerte como cuando se fuma.

27 de agosto de 2011

Teléfonos y actividades

En el bolsillo izquierdo de mi pantalón vive uno de esos teléfonos que llamamos inteligentes. Es mi amigo. Toma mis apuntes, me recuerda mis citas, reproduce mi música y captura mis fotos. Además, gestiona mis convivencias con otros muchos amigos, no siempre con los mejores resultados pero sí con el más fiel esfuerzo. De pronto, la notificación avisaba que José me decía algo y yo, disperso, la desdeñaba. Luego pasaba algunos minutos buscando si lo que José decía lo decía por mensaje de texto, por Whatsapp, por Skype, por Facebook, por Mensaje Directo de Twitter, por correo, por Google+ o por Viber.

En un ejercicio de surrealismo real, agoté el Internet ilimitado de mi teléfono inteligente, dejándolo tonto por un mes. La cotidianeidad no se me vio tan afectada como hubiese pensado, ya que he ido descubriendo que mi ciudad es una ciudad con mucho Internet suelto por ahí. Poco a poco, mi teléfono ha conocido nuevos WiFis a los cuales se enchufa automáticamente cuando se los vuelve a encontrar. De pronto, el inerte aparatito recibe su WiFi y despierta muy contento, aventando notificaciones y actualizaciones entre chirridos y vibraciones. Así es él, mi amigo.

23 de agosto de 2011

Fiestas y accidentes

La fiesta infantil —acertadamente llamada “piñata” acá en el norte— es interrumpida por un golpe seco, tras el cual se libera un berrido. El barullo de los adultos se suspende cuando todos los ojos apuntan al área de juegos, donde los niños también se quedaron inmóviles en la posición exacta en que estaban. Una madre se propulsa fuera del asiento y corre por su criatura. El barullo se reactiva y los pequeños continúan sus juegos. No pasaron ni dos segundos.

20 de agosto de 2011

Cervezas y Autos

El concepto del drive in es bastante popular en tierras desérticas pobladas por vaqueros, como las del norte de México. La idea es tan sencilla como absurda: llega uno a un estacionamiento inmenso y le sirven cervezas directamente en el auto. En Chihuahua, el más tradicional de estos complejos es el que se llamara La Cervecería, que finalmente cedió al uso cotidiano de sus visitantes para ser, oficialmente, La Cerve. Pues el fin de semana pasado unas personas fueron asesinadas en La Cerve y las autoridades decidieron clausurar el lugar y sus 114 años de tradición.

Siempre odié La Cerve. Ir a un estacionamiento a beber cervezas en tu auto es tan estúpido como suena. Las pocas veces que llegué a ir la pasé mal y la última un borracho me orinó la pierna cuando perdió el equilibrio frente al mingitorio. Además del mal gusto, me apesadumbraba el que hubiera un área de juegos infantiles. Pensaba yo, “¿les es tan prerrogativo ir a la cantinota esta que no les queda de otra más que llevar a sus hijos con ellos?”.

Sin embargo, La Cerve no fue clausurada por alguna de tantas razones lógicas que parecieran existir, sino aludiendo que no puede brindar seguridad a sus clientes. Lo dijeron así las mismas autoridades cuyo cuartel de inteligencia policial fue tomado por asalto por unos malos que les robaron las armas. Del personal de seguridad de un bar yo espero que esté capacitado para echar del lugar a un borrachito necio, para diluir una pelea o para negar el paso a un menor de edad. Ya lo de detener comandos armados creo que le corresponde a otras instancias.

Encima, muertos han caído en prácticamente toda la ciudad. A diario. Cinco hoy, doce ayer, siete antier, quince la semana pasada. Los muertos han caído en restaurantes, en parques públicos, en centros comerciales, en el Palacio de Gobierno, en casas funerarias. ¿Vamos a clausurar toda la ciudad?

16 de agosto de 2011

Perspectivas y orgullos

Qué ignorantes cuando decimos que tenemos tiempo. Qué insensatos cuando todavía disparatamos que nos sobra. Qué faltos de entendimiento y qué distorsionada nuestra perspectiva. Claramente, es el tiempo quien nos tiene a nosotros. Y le sobramos. Tan soberbios que nos conducimos y tan prescindibles que somos.

13 de agosto de 2011

Traileras y literatos

Los sábados la televisión se llena de basura. Más de la habitual. Pero el ocio que se carga uno permite dedicarle unos minutos a las películas de Galavisión y sus rosasgloriaschagoyanes. Lo más risible es que hasta literatura se encuentra uno por ahí: Carlos Monsiváis sentado en una mesa con una sarta de supuestos humildes, levantando una copa y piropeando a la voluptuosa protagonista con un “Es Usted la excelsitud del Valle de Anáhuac”. Joyas de la contemporaneidad.

9 de agosto de 2011

Erratas y tinta

Erramos y reaccionamos con trazos desesperados e impulsivos que buscan desaparecer el error, pero que solo logran recalcarlo. El tachón se convierte en el protagonista. Ver la página es ver el error antes que las letras. El tachón obvia que ahí se falló. El error ya no es invisible, sino que adquirió dimensiones inmensas. El tachón es la ironía en su más pura representación.

6 de agosto de 2011

Licores y personas

En mi ciudad, las tiendas detienen la venta de bebidas alcohólicas a las diez de la noche. Para evitar sanciones, la mayoría de las tiendas cesa su venta de licores faltando diez minutos para las diez. Los locales se multitudilarizan a esas horas.

En la fila del Oxxo hay personas con galones de leche, con refrescos, con limones, con panes, con papeles de baño o esperando a pedir una cajetilla de cigarros. De pronto, el cajero levanta ambas manos y se eleva en las puntas de los pies, apenas pasando los ojos sobre el monitor de su máquina registradora y de los exhibidores que hay sobre el mueble. Con gran voz, pregunta quién va a llevar cerveza. Al fondo del local, un señor apenas abre el refrigerador y dice que él. Atrás de la fila, tres pubertos armados con identificaciones falsas blanden su paquete de ocho Tecates Light. A la mitad de la fila, dos chicas dicen que ellas pensaban pedir un güisqui en la caja. Apenas entrando, un tipo de rojo muestra un envase vacío de caguama.

El de la leche, el de los refrescos, la de los limones, los de los panes, la de los papeles de baño y las que iban a pedir una cajetilla de cigarros dan un paso a un lado para que, cuales ambulancias a través de la ciudad, los de las cervezas y las del güisqui pasen a la caja sin detenerse. Concentrado, el joven dependiente captura y cobra rápidamente las mercancías de los bebedores, quienes ya desde la puerta hacen una extraña mueca que los formados interpretan como algún agradecimiento.

Y yo veo todo esto y lo disfruto y quiero decirles a todos los del Oxxo que, aunque siempre se nos olvida, todavía somos una comunidad.

2 de agosto de 2011

Animales y humanos

Tras una larga y hacia el final dolorosa enfermedad, mi madre falleció siendo yo todavía bastante joven. A los inocentes cuatro meses de edad, mi hija hubo de ser intervenida quirúrgicamente cuando un malfuncionamiento intestinal puso en riesgo su vida.

He tenido mascotas. Un par de perros y quizá una tercia de gatos. Pero más que nada, he tenido humanos. Y he visto a esos humanos sufrir y he perdido a algunos de ellos. Por ello, simplemente no puedo siquiera aproximarme a comprender a quienes tanto padecen por la enfermedad o muerte de sus animalitos. Como seres racionales y empáticos que somos, podemos disfrutar a estas otras especiecitas que nos rodean. A la vez, nos corresponde cuidarlas y proteger su ambiente. Pero decir “entiendo lo de tu hija, porque así me angustié cuando la Fifi se me enfermó de rotavirus” es, francamente, un indignante insulto. Son mascotas. Se compran. No mamen.