20 de octubre de 2011

Años y síntesis

Son siete los años durante los que he publicado este blog. A veces, leo al azar algunas de las 876 entradas y me enorgullece darme cuenta de que disfruto leerme. Disfruto igualmente muchos de los comentarios que quienes leen dejan, a veces incluso mejorando o superando las entradas. No negaré que en ocasiones el escribir aquí se me vuelve una mortificación, razón por la cual este año reduje de tres a dos el número de entradas por semana, pero en definitiva es más el gusto que me provoca.

Como dictan las tradiciones de Guso Punto Com —porque cuando un blog tiene siete años ya se puede hablar de que ha desarrollado tradiciones— compartiré ahora mis diez entradas preferidas de estos últimos doce meses. Luego, tomaré un receso de un par de semanas. Las diez entradas son, en orden cronológico:

Protocolos y pragmatismos: saber escribir correctamente y saber sostener una copa de vino es lo que nos separa del resto de los animales.

Síndromes y soluciones: la angustia es parte de la vida, solo va mutando su forma conforme maduramos.

Vagabundos y disoluciones: lavarse las manos antes de salir a la calle puede hacer que nos percatemos de detalles que de otro modo jamás notaríamos.

Gente y fotografías: además de que nos divertimos más, los alternativos siempre nos vemos mejor en las redes sociales.

Tiempo y amigos: la importancia de moderar los ímpetus y no permitir que borren los sentimientos.

Palabras y reflejos: el primer documental de letras del que se tenga registro.

Libros y amigos: desde hace ya algunos años cuestiono los supuestos veredictos de la sabiduría popular.

Infancias e inocencias: crecer no significa llenarse de problemas, es apenas olvidar los problemas que teníamos antes de crecer.

Erratas y tintas: errar es humano, pero más humano es el horror del error.

Licores y personas: el cine es un abuso, ya que si sabes verlas, las historias más entretenidas se desarrollan a tu alrededor.

18 de octubre de 2011

Músicos y pantallas

Algo de romántico tenía aquella costumbre de alzar el encendedor prendido en los conciertos. La raquítica llamita de uno se unía a la de miles y el fondo de los estadios se convertía en galaxia. Antes de que se quemara, se retiraba el dedo del botón que libera el gas, se le soplaba un par de veces y se volvía a generar la flama.

Hoy, obtusos acaparadores que todo queremos capturar en formato digital, las llamas han sido cambiadas por las luces azuladas de las pantallas de las cámaras o los teléfonos celulares. Tienen frente a ellos, totalmente humanizados, a músicos que admiran y, en vez de verlos, se conforman con disfrutarlos en una diminuta versión digitalizada que se está formando en el aparatito que sostienen sobre la cabeza.

Me pregunto, ¿qué hacen con esos archivos de video borrosos y pixelados acompañados de una saturación de sonido que nadie consideraría música? ¿Se los reproducen a sus amigos? ¿Los miran con añoranza, intentando descifrar qué canción están viendo y escuchando a las desafinadas personas que los rodean? ¿Qué sucede con esas fotos que no son sino un universo negro donde al fondo se ve una aglomeración de luces en las que no se distingue nada?

Se los digo ahora: los recuerdos y las sensaciones que evoca disfrutar un concierto no se pixelan y sus sonidos no se saturan.

8 de octubre de 2011

Árboles e insectos

—Papá, ¿por qué algunos árboles tienen el tronco pintado de blanco?
—Ah, pues los pintan así para que los insectos no se les suban.
—Y... ¿los insectos saben eso?

4 de octubre de 2011

Órdenes y pavimentos

Tenemos cierto orden para funcionar como sociedad. Muchos de los acuerdos de este orden son tácitos y casi todos nos sujetamos a ellos. Otros son claramente señalados y a veces hasta pintados en el piso para que todos los veamos. Por eso me exacerba como pocas cosas ver a esos cavernícolas inconscientes que aparcan su auto al final de la hilera de los cajones, como diciendo “pues aquí cabe otro” y plantando su vehículo al lado de los que están sobre los lugares azules. Se camina más de la entrada del súper a la sección de lácteos que de los cajones alejados a la puerta del súper. Perezosos ventajosos.

1 de octubre de 2011

Bebidas y adornos

Pareciera que cada mesa está pomposamente decorada con jarritos coloridos de copetes exóticos. Pero no es así: son las bebidas de los clientes. Los remates blancos y espumosos son los más, algunos encima salpicados con chispas de chocolate o de colores. El menú de bebidas contiene palabras de al menos tres idiomas y para pedir algo es necesario contestar al barista mínimo siete preguntas.

Cuando ordeno un café negro, sin azúcar, sin leche, sin espumita y sin sabor, quienes atienden y los clientes que me rodean me miran confundidos, como si fuera yo el excéntrico del lugar. Ya ni sé por qué los cafés se siguen llamando cafés.